La llegada de un hermano puede producir cambios en el niño si no sabemos ayudarlo a comprender la situación y a disfrutarla. Muchas veces esos celos, que deberían ser normales y pasajeros, se incrementan y permanecen aún hasta la edad adulta, por no haber sabido, como padres, ayudarlos a esperar a ese hermano con ilusión y alegría, participando activamente de todo el proceso.
Según Natalia Sastre, psicóloga del Gabinete Sastre Reyes “no existe el momento idóneo para decirle que va a tener un hermano, cada uno conoce a sus hijos y tiene que observar si se produce algún cambio en su comportamiento: realiza más llamadas de atención, empieza a hacer cosas de cuando era más pequeño… Lo que debemos evitar es esperar a que el nuevo bebé haya nacido. El hermano necesita prepararse poco a poco, debemos ir contándole lo que va pasando e involucrarle lo máximo posible en el proceso del embarazo, que sienta las patadas, que sepa qué es lo que va a ocurrir. Debe conocer cómo esto va afectar la vida de todos y cómo va a poder colaborar en el cuidado del bebé”.
“Se debe tratar con normalidad- dice Natalia Sastre-. La llegada del nuevo hermanito no le debe coger por sorpresa. Habrá que prepararle para el cambio, contándole que su hermano va a nacer, que va a tener que compartir cosas y cuidarlo, pero que también ganará otras. Es inevitable que sienta celos; sucede con los amigos, con la relación de los padres… es un sentimiento normal en el ser humano, lo que sucede es que debemos, en la medida de lo posible, hacer que sea sólo una etapa de adaptación al cambio y no algo que se mantenga de por vida”.
¿Cómo puede reaccionar cuando nazca?
Las reacciones son muy variadas dependiendo de cada niño, en general podríamos decir que suelen darse comportamientos de rivalidad con el bebé y nos damos cuenta con comentarios como “no, al bebé no, él es pequeño y no le gusta” o “no, el bebé no viene con nosotros”, comportamientos agresivos como quitarle el chupete al bebé, los juguetes, taparle la nariz…
A menudo buscan hacer o dejar de hacer cosas que saben que van a molestar a papá y a mamá, buscando agotar su paciencia. También es habitual el regreso a comportamientos infantiles, pareciendo en muchas ocasiones que han retrocedido a etapas anteriores, por ejemplo si ya no se hacían pis en la cama, empiezan a hacerlo… Otros síntomas que podemos observar son retraimiento, problemas de sueño, rabietas, llantos, negativas a comer, vómitos…
A menudo buscan hacer o dejar de hacer cosas que saben que van a molestar a papá y a mamá, buscando agotar su paciencia. También es habitual el regreso a comportamientos infantiles, pareciendo en muchas ocasiones que han retrocedido a etapas anteriores, por ejemplo si ya no se hacían pis en la cama, empiezan a hacerlo… Otros síntomas que podemos observar son retraimiento, problemas de sueño, rabietas, llantos, negativas a comer, vómitos…
¿Cómo influye la edad?
Aunque no existe una norma estricta en estos casos, podríamos suponer que cuanto mayores son los niños, más fácil es hablar con ellos y hacerles entender que nadie les va a arrebatar su lugar ni se les va a dejar de querer; pero por otro lado según tienen más edad, han vivido más tiempo siendo el hijo único sin compartir espacio, tiempo, ni cariño con otro, lo que lo hace más costoso. En definitiva no depende tanto de la edad en algunos casos sino de cómo ha crecido: compartiendo con otros, exclusivamente con los padres, etc. o de la actitud de los propios progenitores ante la llegada del nuevo miembro de la familia y la forma de tratarlos a uno y a otro.
Lo que sí suele influir es la diferencia de edad entre el hermano y el bebé. Si ésta es superior a tres años es más difícil que tenga celos porque su nivel de madurez e independencia es distinta, al igual que las necesidades que piden sean cubiertas por los padres.
Fuentes: Natalia Sastre, Psicóloga del Gabinete Sastre Reyes. Instituto Nacional de Estadística (INE)
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